21. LA ERA DE LOS CENTAURONES: RECLUTAN A MARIA DE LOS ÁNGELES

17.04.2025

María de los Ángeles no quería lavar el mondongo del cerdo ese día pues estaba entusiasmada con la idea de adornar la casa para el cumpleaños número cien del abuelo Macario Sanamé pero esa tarea le tocaba este año a la hermana de ella. 

La hermosa muchacha ya había dado el primer enjuague y ahora pasaba el hisopo por los intestinos y luego los metía en la corriente del arroyo para que el agua se llevará todo lo que le arrancaba. Luego tendría que hacer lo mismo con el jugo de naranja agria y así no quedaría ni rastro de mierda.

Cómo que su mente estaba concentrada en su hermana a la cual le había tocado el trabajo más agradable sintió que era un pensamiento pecaminoso y que había dejado crecer un poco de envidia dentro de ella. Fue entonces cuando el pensamiento se corrió para el domingo anterior cuando el pastor del poblado habló de la responsabilidad social en relación con el amor al prójimo.

No era bueno que su corazón se entristesiera teniendo en cuenta que una hermana era parte sagrada de los mandamientos de la iglesia. Cantaría en la soledad del arroyuelo pero tenía temor que Cirilo Paján oyera y viniera pues él siempre aparecía a cualquier hora y en cualquier lugar en el que ella estaba.

Era simplón y poco agraciado y a pesar de las mil veces de haber sido rechazado volvía sobre el tema del enamoramiento. Si todavía fuera Octavio el hijo del pastor, que aunque no sabía montar a caballo tenía figura de forastero y todas las muchachas estaban locas porque que les dijera alguna cosa de amor, pero Octavito, como le decía su tía, cuando se cruzaba en los caminos se limitaba a saludarla y luego le decía que la esperaban el domingo en la iglesia.

Concentrada en su pensamiento que fluía fácil en la soledad y silencio del arroyuelo sonó una llamada en el celular que ella había colocado sobre una piedra debajo de la mata de mango que crecía frondosa en el lugar. No conocía a la persona pero por curiosidad decidió tomar la llamada.

—Hola María de los Angeles, soy Luz Celeste ¿Tienes unos diez minutos para conversar sobre un tema de colaboración para ayudar a la humanidad?

—Estoy haciendo un trabajo, pero el problema no es ese, sino que todos en mi congregación nos conocemos y usted no sé quién es.

—Realmente te llamo desde un lugar muy lejano, pero no se trata de un asunto de la iglesia sino una colaboración, digamos, civil, para nombrarla de alguna manera.

—Bueno, pero ¿Quién es usted?

En ese momento la vista había pasado por la piedra dentro del arroyo donde ella había dejado los intestinos del cerdo que estaba lavando. Un pedazo de tripa se elevó por el aire hasta la altura de una persona y luego el hisopo. Seguidamente ambos fueron al agua y el hisopo solo empezó a moverse como si alguien realizara la labor que María de los Ángeles había estado haciendo pero no se veía a nadie como si estas cosas inanimadas hubieran tomado vida. María gritó al teléfono.

—¡¿QUÉ DEMONIOS SON ESTOS, BRUJA?!

—¿Qué sucede?- Preguntó Luz Celeste que no sabía realmente qué estaba sucediendo.

—El mondongo se está lavando sólo.

—¿Qué? Explícame.

—¡SANTANÁ, EN EL NOMBRE DE DIOS TE REPRENDO?!

—Pero dime qué está sucediendo, que no comprendo.

—Estoy en el arroyo lavando las tripas del cerdo que matamos hoy y mientras converso con usted unos demonios han empezado a lavarlas por mí.

—Ya comprendo. No te preocupes. No son demonios. Son los seres de los cuales quiero hablarte.

—¡¿Seres?! Si no se ven son demonios-, y gritó fuerte- ¡CIRILO PAJÁN!

Su voz hubiera retumbando en el bosque pero los centaurones hicieron barreras acústicas con sus cuerpos para evitar que alguien molestara la conversación de las dos mujeres.

—María de los Ángeles, hija de Felicia Simón, nieta de Modesto Simón por tu madre y bisnieta de Macario Sanamé por tu padre.

—¿Cómo sabes tanto de mi familia, bruja?

—Yo viví en el poblado cuando tú naciste y te cargaba cuando tu madre venía desde la finca al poblado para comprar. Tu madre y yo fuimos compañeras en la escuela. Ella nació el seis de febrero y yo el siete y nos sentábamos juntas. Lamento mucho que tu madre se haya ido tan joven pero sé que tu padre es un gran hombre y te apoya como nadie pudiera hacerlo.

María escuchó todo aquel discurso de Luz Celeste calmándose un poco y preguntó más pausada:

—Pero ¿Tú estás muerta o estás viva?

—Los muertos descansan y yo estoy hablando por teléfono contigo, entonces estoy viva. Esos seres que lavaron el mondongo del cerdo están vivos pero son invisibles.

—Seres invisibles. Eso es nuevo para mí.

—También es nuevo para todo el resto de la humanidad menos doce personas más y ahora tú.

—Desde ahora estos seres te cuidarán como un tesoro muy valioso. Ellos quieren ayudar a la humanidad para que no se autodestruya. Tienen muchos conocimientos que mostrar pero somos muy pocos los que estamos en contacto. Queremos más personas ayudando y te hemos escogido a ti. Pero, por favor, todo tiene que ser en secreto.

—Pero ¿Cómo puedo confiar en tí si sólo eres una voz en el teléfono?

—¿Quieres que te haga el cuento del pollo pelón?

—No.

—¿Y el de la gallina dorada?

—No.

—¿Y el del gatico Miau Miau?

—Siiiiii. Tú eres la tía Te—, y María de los Ángeles comenzó a llorar.