6. LA ERA DE LOS CENTAURONES: JUAN PING ÁRIAS

16.04.2025

Juan Ping Ária pudo ser un niño normal dedicándose a arriar mulos por las montañas, recoger café y ordeñar las vacas como su padre, si algunas cosas no hubieran sucedido en su infancia. Yo, Eustaquio Quevedo, doy fe de ello, pues era mi compañero en la escuelita primaria del poblado de Puriales de Caujerí. Hay seres humanos que nacen con la estrella de la ciencia alumbrando su frente.

Recuerdo que fue el que más entusiasmo mostró cuando la maestra dijo que íbamos a montar una obra de teatro sobre las leyendas campesinas que corrían de voz en voz por aquellas montañas. Juan no nació para buscar leñas ni desmochar palmas. Había en él algo que para las almas sencillas de aquella comunidad era locura y que si no hubiera alcanzado tanta gloria para la ciencia todavía sería considerado un haragán incapaz de producir.

Cómo Michael de Munamuno, Pedro Nava, Tranquilino Sing Shoes y otros grandes de la Ufología tuvo que empezar por los rudimentos. Tendría solamente catorce años cuando después de leer un libro sobre historia de la fotografía descubrió los secretos de la cámara oscura. Con la madera que desechaba el tío Onésimo que era carpintero hizo un cuarto impermeable a la luz, tan grande que podían estar adentro dos personas contemplando la imagen invertida que se formaba en la pantalla después que la luz pasaba por el fino agujero que miraba hacia el poblado.

Una vez me llamó urgente porque había algo raro que sucedía dentro de aquella recámara:

—No es que sea constante pero de vez en cuando pasan sombras rápidas como si volaran sobre el poblado— me dijo.

Los dos en silencio mirábamos cuando algo fantasmagórico cruzó por la imagen al revés del caserío. Sucedió que al final empezaron a sonar las campanas de la iglesia como si ambos eventos estuvieran coordinados y yo con todos los pelos erizados del susto tuve que salir a mear.

A este acontecimiento Juan lo llamó primero vibraciones ñáñigas, a los quince años le llamó misterio marciano, a los dieciocho contradicción materia-espacio, luego muchos nombres y después los ufólogos lo siguieron cambiando.

Juan no se quedó quieto con su descubrimiento y empezó a observar de noche, porque según se decía las brujas que venían de Islas Canarias volaban desnudas en la oscuridad. Si se tiraban muchos centavos en el suelo ellas se detenían a recoger todas las monedas. Lo cierto es que en esas horas no pudo nunca observar a las brujas, aunque las anomalías y fenómenos luminosos extraños se seguían viendo, pero él y sus amigos teníamos que recoger los céntimos bien temprano en la mañana para seguir la aventura científica a la siguiente noche.

Lo más espectacular y que más esperábamos era en las noches tormentosas cuando los rayos iluminaban por un veloz instante la pantalla y nosotros tratábamos de ser más rápidos que la luz para descubrir algo que fuera diferente a lo de todos los días. Aunque nunca pudimos distinguir nada especial nos mantenía con un alto torrente de adrenalina en la sangre.

Fue muchos años después cuando él empezó a observar con cámaras de filmar de alto poder de resolución y ya no éramos niños y yo no participaba de sus experimentos. Luego las películas se pasaban por numerosos filtros. Algo raro sucedía que eran más que sombras, siluetas de murciélagos, brujas indefinidas y algo parecido a naves. Había una cosa que recordaban a una ameba gigantesca. Eran muy raras y avanzaban modificando la forma, contrayéndose y expandiéndose. Dado que los objetivos de la cámara eran muy anchos aquellos bichos eran pequeños en relación con el resto de imagen.

Se le ocurrió que mientras leía podía poner una cámara dentro de su sala de lectura con un objetivo que solo abarcaba de pared a pared. Para esa época ya él vivía en la ciudad de Guantánamo. Abrió la puerta un poco por si alguna entidad quería pasar lo hiciera. Cómo era su costumbre encendía un tabaco, traía un poco de café y leía desde las ocho de la noche hasta las dos de la mañana.

Un día se hizo el milagro. Se abrió sola un poco más la puerta y asomó una imagen como de algo parecido a una célula gigante vista al microscopio: transparente, en contraste con cosas interiores que parecían ser orgánulos. La imagen poco definida y translúcida permaneció unos segundos e inmediatamente desapareció. Al fin había encontrado algo que parecía tener su propio movimiento y con ello la vida.

Nuestro amigo no se quedó tranquilo. Al otro día repitió la operación y la cosa rara casi transparente apareció en la puerta y volvió a desaparecer. Al tercer día sucedió lo mismo. Luego Juan estuvo un año entero poniendo la cámara en la sala de lectura y jamás volvió a suceder algo semejante.

Juan llenó varios cuadernos de notas acerca de lo que había visto; muchas hipótesis pero ninguna conclusión definitiva. Las películas y las libretas fueron almacenadas en el mismo lugar dentro de una bolsa impermeable. Parece que nunca habló de esto por temor a no ser creído debido a la baja calidad de las películas de celuloide.

Sin embargo en uno de los programas de la emisora de radio local se le escapó la frase: la vida no tiene límites; posiblemente existe la vida gaseosa. Esto era el colmo para la ciudad de provincia donde vivíamos. Al otro día se podían oír los chistes más escabrosos acerca de lo que había dicho nuestro héroe. Recuerdo que alguien dijo en el ómnibus que la farmacia comenzaría a vender bolsas impermeables para guardar los pedos porque posiblemente tuvieran vida.

Desafortunadamente para el rápido avance de la ciencia Juan enfermó gravemente y murió al año siguiente y la viuda dos años después se reunió con él según la manera de interpretarse por el pastor de la iglesia cuando despidió el duelo.

Esas cintas y las notas de las libretas estuvieron veinte largos años olvidadas en una taquilla en la sala de lectura de nuestro amigo. Un día se vendió la casa y el nuevo dueño decidió remodelarla y ordenó se tirara para la basura todo lo que había adentro. Los trabajadores pues hicieron su labor y llenaron un gran contenedor con verdadera basura más los libros, cuadernos y el archivo de películas de Juan. Para esa época ya casi nadie se acordaba de él y los hijos habían emigrado, pero la ciencia está llena de hermosas casualidades y una de ellas tiene que ver con este asunto.