
12. LA ERA DE LOS CENTAURONES: EL DÍA DEL DESCUBRIMIENTO

A esa hora de la noche cuando la pareja llegó a la casa de Andrés había bastante silencio y cualquier sonido aunque fuera bien tenue era posible oírse y mucho mejor por jóvenes como ellos. Al acercarse a la puerta ambos se miraron a la cara sorprendidos porque de adentro venía un ruido como de palomas comiendo maíz sobre cartón pero aunque era claro que la dirección era de adentro se oía lejano.
No dijeron nada y él terminó de abrir la puerta e invitó a Luz a entrar. Todo estaba normal tal cual Andrés lo había dejado. Inmediatamente comenzó la explicación acerca de cómo estaban preparadas las cámaras y el espacio que cubrían los lentes y terminó diciéndole la convicción que tenía de que los extraños seres iban a responder a la provocación. A Luz Celeste le pareció muy bien montado el experimento y le dijo que también estaba convencida de que eran seres inteligentes y bien podrían estar siguiendo todas las discusiones que se habían establecido sobre el asunto en Internet.
Hubo una pausa y la muchacha le dijo que tenía sed. Andrés le respondió que se sintiera como en casa y tomara del refrigerador agua o cualquiera soda que se le ocurriera. Ella fue hacia la cocina y al ver lo que había le preguntó:
—¿Quieres agua, soda o vino?
—Agua por favor.
Cuando la muchacha regresaba nuestro científico la miró y se sintió agradecido de tener una compañía porque el estado de malestar general que tenía había cesado, además se sentía comprendido por primera vez desde que comenzó este estudio. Él era muy considerado con las personas, por eso se acordó que aunque se sentía bien con ella tenía que regresar a la casa y tendría que ser pronto porque era ya tarde.
Luz volvió con una bandeja con agua, vasos, copas y una botella de vino y se limitó a decir:
—Tienes buen vino.
—Ah sí. Me tomo una copa todos los días pues es muy bueno para la salud.
—No sé si eres chapado a la antigua pero creo que estés enterado que las mujeres de hoy tenemos algunas libertades que no tenían las de ayer. Por ejemplo, te invito a unas copas de vino.
—No tengo prejuicios. Lo que me preocupa es que sea demasiado tarde para tí.
—Todavía no me has enseñado los apuntes de Juan Ping Área.
—Te enseñaré las libretas y puedes venir cuando quieras a leerlos
—Será un placer.
Al poco rato ya habían consumido una botella mientras conversaban vivamente del único tema que los unía. Luz era una persona muy inteligente y ya estaba convencida hasta la médula de que Andrés no había abierto ni un sólo foro donde se discutían cosas más serias. Entonces le dijo:
—Quiero mostrarte algunos sitios que están apoyando a tu investigación y dónde te quieren mucho.
—Bien, vamos a sentarnos a la mesa donde escribo y usaremos aquella laptop.
Se pararon para moverse hacia el escritorio pero Andrés observó que la laptop estaba en una posición diferente a la que él la había dejado. Le hizo una seña a ella para que se detuviera como quien no quiere hablar. Ella se quedó quieta. Él sin sentarse enderezó la laptop con el teclado hacia sí mismo y buscó un asiento para que Luz se sentará a su lado y procedió a abrir el equipo y apareció un documento en pantalla que evidentemente no había sido escrito por él. Era un sencillo mensaje:
«El humo del cigarro nos hace daño»
Inmediatamente nuestro inteligente científico recordó que en todas las fotografías que había visto de Juan Ping estaba con un enorme habano. Un escalofrío recorrió su cuerpo y miró hacia la muchacha y le dijo:
—Están aquí.
Ella miró la laptop y dijo:
—¿Eh?
— Esto no lo escribí yo.
Luz leyó el documento y todo su cuerpo se erizó como si un frío la recorriera desde los pies a la cabeza. Él dijo:
—Juan Ping fumaba.
Luego escribió: «Luz y yo no fumamos. Por favor, comuníquese con nosotros».
Sin mediar acuerdo Luz Celeste haló la laptop y escribió en la línea de abajo: «Los amamos»
Se pararon de las sillas pero no sabían qué hacer. Estaban fríos y perplejos. Se miraron y Luz tomó la iniciativa. Tenemos que dejar la sala sola. Probablemente estén todavía aquí.
Él la tomó de las manos y la llevó al cuarto que estaba próximo.
— Vámonos a escondernos aquí. Apaguemos la luz del cuarto. El ruido que sentíamos al llegar era ellos tecleando. Vamos a dejar un pequeño espacio de la puerta para oír si ellos comienzan a escribir.