
10. LA ERA DE LOS CENTAURONES: DE COMO VOLVÍ A VER A LUZ CELESTE

Por ese tiempo yo estaba en Guantánamo y no sabía absolutamente nada de lo caliente que estaba el tema. Claro que conocía a Luz Celeste. Era una muchacha muy aplicada en los estudios, de familia muy seria y de una excepcional belleza. Ahora mismo mantiene una figura física sorprendente a pesar . El padre había muerto y la joven como pudo se abrió camino. Era la estudiante de mayor rendimiento en su universidad.
Un día me enteré de que había logrado irse para España. Salir del país era una motivación constante y generalizada de la juventud. No creo que fuera puta por vocación, la profesión que ejercía cuando conoció a Andrés. Ni tan poco lo fue por mucho tiempo. Me imagino que no fue fácil comenzar en la península. Siempre se ha sentido contenta de ser de Guantánamo. La he oído decir que es guantanamera como Juan Ping Ária.
Aquel día la cubanita residente en Oviedo fue para la ciencia una tremenda suerte. A veces para ganar cosas hay que perder otras y esa noche sin proponérselo él perdió la virginidad y conoció el amor.
Si en nuestros días irse a la cama es un asunto de poca importancia para muchos, para Andrés fue realmente como la explosión de una estrella Nova en el justo instante en que apunta el telescopio hacia una región específica del cielo (Nota: ¿Que diría Freud de esta idea?)
Sucedió en su propia casa, porque las cosas de los científicos son siempre diferentes a las del común de los mortales. Después que los jóvenes discutieron largamente y hasta el cansancio sobre las más diversas ideas filosóficas en las que se involucraron a los seres gaseosos e invisibles decidieron retirarse para volver al otro día.
Oyendo a los jóvenes Andrés se sorprendió de que hubiera tantas escuelas y variantes filosóficas en España con cuyas ideas podía interpretarse a estos seres que él mismo todavía no había descubierto. Realmente ninguno lo convenció con aquellas hipótesis abstractas. Él, en definitiva, era un experimentador y en lo que estaba realmente interesado era en descubrir para la objetividad aquellos seres que se escondían en las tinieblas.
Andrés se mantuvo atento para comprender las enredadas especulaciones de los jóvenes que visualizaban a la posible especie gaseosa a través de los más viejos filósofos de Grecia y hasta de China, pero en realidad, a veces no entendía nada.
Lo que sí disfrutó bien y llenó de admiración a nuestro hombre de ciencia eran las intervenciones de Luz Celeste, unas veces apoyando a alguna posición y otras veces refutando ideas que echaba por el suelo. La mujer empezaba a gustarle pero no se daba cuenta del porqué.
Cómo quiera que fuera al terminar esta reunión ambos estaban excitados; yo diría eufóricos. A pesar de que era la una de la mañana decidieron, con muchas ganas, ir al piso de Andrés para mostrarle a ella los cuadernos de Juan Ping, las películas y el montaje de cámaras para el experimento que él realizaba.
Cuando el taxis los dejó frente a la casa Andrés le aclaró a Luz que no se sorprendiera de ver la puerta semi abierta y le explicó acerca de cómo había provocado a los seres gaseosos invisibles.